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Evaluación en las unidades didácticas y situaciones de aprendizaje de Infantil: cómo integrar criterios, instrumentos y evidencias

Evaluación en Educación Infantil

La evaluación en Educación Infantil es esencial desde los primeros años, pero plantea retos propios: ¿cómo lograr que cada observación, dibujo o juego se convierta en una herramienta de evaluación formativa? Bajo el enfoque de la LOMLOE (Ley Orgánica 3/2020), esta evaluación debe ser continua, global y orientada al progreso del alumno, aplicando criterios claros y recopilando evidencias variadas para mejorar el aprendizaje.



El enfoque LOMLOE en la evaluación de Infantil


La LOMLOE establece que la evaluación en Infantil debe ser formativa y continua, es decir, un proceso sistemático de observación y registro que acompañe al alumno en su ritmo único de aprendizaje. Algunos puntos clave son:


  • Evaluación global: Se valora al niño en su conjunto, considerando aspectos cognitivos, sociales, emocionales y físicos. No se busca una “nota”, sino entender el progreso integral.

  • Observación sistemática: El recurso principal es la observación directa del comportamiento y las producciones de los niños en situaciones naturales y planificadas. Los docentes registran de forma continua sus avances y dificultades.

  • Criterios de referencia: Aunque se establecen criterios de evaluación oficiales para cada área (p.ej. “Participa en juegos de grupo mostrando actitudes de respeto”), en Infantil estos criterios sirven como guía para el seguimiento y no tienen valor de calificación numérica.

  • Implicación de la familia: Los padres y madres son partícipes del proceso evaluativo. Deben estar informados de los objetivos educativos y apoyar las estrategias del centro, compartiendo información relevante (por ejemplo, hábitos en casa o intereses del niño).


Este enfoque formativo busca ajustar la enseñanza a las necesidades de cada alumno y mejorar la práctica docente. Los criterios de evaluación se extraen del currículo oficial para Infantil, que se organiza en áreas como Conocimiento de sí mismo y autonomía personal, Descubrimiento del entorno y Comunicación y representación. Estos criterios concretan qué se espera que los niños logren en cada ciclo.


Unidades didácticas vs situaciones de aprendizaje


En el contexto LOMLOE, las unidades didácticas (UD) y las situaciones de aprendizaje (SA) son dos enfoques de planificación curricular. Aunque ambos organizan el proceso de enseñanza, presentan diferencias:


  • Unidad Didáctica (UD): Parte de contenidos o temáticas del currículo. Por ejemplo, una unidad sobre los colores o las partes del cuerpo. Se estructura en objetivos, contenidos y actividades centradas en esos temas concretos.

  • Situación de Aprendizaje (SA): Parte de un contexto real o simulado, planteando un reto significativo para los alumnos. Integra contenidos de distintas áreas para resolver un problema auténtico. Por ejemplo, una SA podría consistir en montar un “pequeño supermercado” en clase para trabajar matemáticas (contar objetos, medir peso) y lenguaje (roles, comunicación) en un contexto lúdico.


Las SA tienden a ser más transversales y competenciales, pues conectan los aprendizajes con la realidad del niño. No obstante, UD y SA se complementan: una UD puede estructurarse como una SA si se enmarca en una situación contextualizada. Lo importante es que, en ambos casos, los criterios de evaluación queden integrados desde el diseño curricular: al planificar una unidad o situación, el docente identifica qué criterios curriculares se van a trabajar y cómo se van a evaluar a lo largo de las actividades.


Criterios de evaluación en Infantil


Los criterios de evaluación son enunciados concretos que señalan qué se espera que los alumnos sepan o sean capaces de hacer en cada área del currículo. En Educación Infantil (3-6 años), estos criterios suelen centrarse en habilidades motoras, lenguaje básico, actitudes sociales y emocionales. Algunos ejemplos ilustrativos pueden ser:


  • Área de Desarrollo Físico y Salud: “Participa en juegos motores mostrando control corporal y respeto a los turnos”.

  • Área de Conocimiento de sí mismo: “Utiliza el lenguaje para expresar emociones y necesidades cotidianas”.

  • Área de Conocimiento del Entorno: “Reconoce y nombra algunos elementos cercanos en el entorno (familia, objetos del aula, plantas)”.

  • Área de Comunicación y Lenguaje: “Expresa oralmente breves descripciones de experiencias personales o cuentos conocidos”.

  • Área de Cultura Científica, Artística y Social: “Explora con curiosidad materiales y texturas diferentes y describe sus sensaciones”.


Para integrar criterios en la evaluación:


  • Se eligen criterios relacionados con los objetivos de la unidad o situación de aprendizaje (por ejemplo: “Identifica diferencias entre animales de la granja y animales domésticos”).

  • Se redactan con verbos observables y adaptados al nivel infantil (p.ej., “nombra al menos 3 animales de granja” en lugar de “conoce los animales de granja”).

  • Se pueden definir descriptores o indicadores sencillos (dibujos o frases cortas) que aclaren el nivel de logro esperado para cada criterio.


De este modo, cada criterio define claramente lo que se valora, facilitando la selección de actividades y la posterior evaluación de los niños.


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Instrumentos de evaluación en Infantil


Para recoger información sobre el logro de los criterios elegidos, los docentes de Infantil emplean instrumentos de evaluación variados y adaptados al alumnado. Entre los más utilizados se encuentran:


  • Observación sistemática: El docente utiliza listas de cotejo o registros anecdóticos. Por ejemplo, anota si el niño “participa en la actividad grupal” o “sigue las indicaciones” durante el juego libre. Estas observaciones continuas permiten ver la evolución de cada niño.

  • Rúbricas sencillas: Escalas de valoración con niveles cualitativos (p.ej. básico/intermedio/avanzado) o pictogramas. Por ejemplo, una rúbrica para “Participa en el juego simbólico” puede indicar si el niño coopera activamente, juega solo, o sigue instrucciones. Facilita un juicio de valor visual y comprensible para niños y familias.

  • Listas de cotejo: Listas con ítems que se marcan sí/no al observar si un comportamiento ocurre. Por ejemplo, para evaluar la motricidad fina al dibujar, se puede chequear “sostiene el lápiz correctamente” o “dibuja la figura pedida”. Este instrumento es rápido y útil para valorar habilidades puntuales durante las actividades.

  • Portafolio de aula: Carpeta o diario donde se recopilan muestras del trabajo del niño: dibujos, fotos de construcciones (torres de bloques), proyectos elaborados, etc. El portafolio documenta la evolución del aprendizaje y sirve como evidencia tangible de los progresos individuales.

  • Juegos y actividades-tarea: Evaluar durante el juego es clave en Infantil. Por ejemplo, en un juego de clasificar objetos por tamaño o color, el docente toma notas de quiénes logran la tarea. Las respuestas y comportamientos espontáneos de los niños mientras juegan ofrecen evidencias naturales de su aprendizaje.

  • Entrevista y colaboración familiar: Charlas con la familia o pequeñas encuestas pueden aportar datos adicionales. Los padres pueden enviar fotografías de sus hijos leyendo en casa o comentar en reuniones los logros observados fuera del aula, enriqueciendo la visión del docente.

  • Autoevaluación adaptada: En Infantil se puede adaptar preguntando al niño con pictogramas o caritas qué cree que ha logrado o disfrutado. Aunque es muy simple, este recurso da voz al alumno y orienta al docente sobre su percepción del aprendizaje.


La clave es combinar varios instrumentos para tener una visión más completa de cada niño. En esta etapa la observación directa permanece como recurso fundamental, pues el conocimiento del desarrollo infantil es esencial para interpretar las evidencias recogidas.


Evidencias de aprendizaje en Infantil


Las evidencias son las huellas concretas del aprendizaje del alumno. En Infantil, estas evidencias suelen ser muy diversas y creativas. Algunos tipos comunes:


  • Producciones artísticas: Dibujos, pinturas, collages o modelados en plastilina. Por ejemplo, si un criterio es reconocer formas geométricas, un dibujo donde el niño distingue círculos, cuadrados y triángulos es evidencia directa de ese aprendizaje.

  • Construcciones y experimentos: Estructuras hechas con bloques, torres apiladas o mezclas de colores en un experimento sencillo. Documentar con fotos o vídeos al niño construyendo o experimentando muestra de modo visual su progreso científico o motriz.

  • Representaciones dramáticas o canciones: Grabar o anotar el desarrollo de un juego de roles (como “la casita” o “el doctor”) o la interpretación de una canción memorizada. Estas actividades evidencian las habilidades comunicativas, sociales y de expresión de los niños.

  • Proyectos colaborativos: Carteles o murales grupales, libros creados entre todos o proyectos en equipo. Para criterios sociales (“colabora en grupo”) es útil guardar estos trabajos colectivos, ya que muestran la cooperación y el aporte de cada niño.

  • Registros verbales: Lo que el niño dice durante las rutinas (por ejemplo, la asamblea matinal). El docente puede anotar frases clave. Por ejemplo, registrar que un niño expresa “Quiero mi juguete” indica desarrollo del lenguaje funcional y la emoción. Este tipo de anotaciones aporta evidencia de aprendizaje comunicativo y socioemocional.

  • Portafolios fotográficos: Fotografías del niño realizando actividades relevantes (p.ej. pintando, cocinando, explorando la naturaleza). Cada imagen puede ir acompañada de una breve descripción del docente (por ejemplo: “María compartiendo ingredientes en la clase de cocina, evidenciando empatía y vocabulario social”). De esta forma, una simple foto se convierte en documento de aprendizaje.


Al planificar la evaluación se decide qué evidencias recopilar. Por ejemplo, si se quiere comprobar la autonomía, se pueden recopilar fotos del niño realizando actividades cotidianas (p.ej. lavándose las manos). Luego, el docente analiza estas evidencias para ver si el niño cumple los criterios esperados o necesita apoyo adicional.


Integrando criterios, instrumentos y evidencias


La coherencia entre criterios, instrumentos y evidencias es esencial. Sugerimos un proceso integrado:


  1. Definir los criterios clave: A partir de los objetivos de la unidad didáctica o situación de aprendizaje, identificar los criterios curriculares clave (por ejemplo: “Trabaja en equipo escuchando a los demás”).

  2. Elegir instrumentos adecuados: Para cada criterio, decidir cómo se medirá. Por ejemplo, si el criterio es motriz (“sujeta el lápiz correctamente”), se puede usar una rúbrica gráfica con niveles de desempeño sencillos.

  3. Planificar actividades que generen evidencias: Diseñar tareas significativas cuyos resultados muestren el aprendizaje. Por ejemplo, un mural colorido terminado por los niños puede servir como evidencia visible.

  4. Recoger datos y reflexionar: Usar los instrumentos durante las actividades para anotar observaciones y recopilar muestras de trabajo. Registrar de forma continua los avances del alumno y reflexionar sobre ellos.

  5. Retroalimentación y ajuste: Compartir los logros con los alumnos (con mensajes sencillos) y con las familias. Si se detectan dificultades, ajustar las estrategias o planificar actividades de refuerzo.


De este modo se integra la evaluación en la programación, convirtiéndola en una herramienta de mejora continua, no en un episodio aislado.


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Ejemplos prácticos en Infantil (3-6 años)


  • Unidad didáctica: “Los colores y las formas”. Criterios: “Reconoce los colores primarios” y “Distingue círculos de cuadrados”. Instrumentos: Durante la actividad de pintura, el docente usa una lista de cotejo para anotar si cada niño nombra correctamente los colores aplicados. También utiliza una rúbrica visual sencilla donde los niños colorean un círculo y un cuadrado con los colores adecuados. Evidencias: Los dibujos resultantes (por ejemplo, una flor roja, un sol amarillo) y los recuadros coloreados correctamente por los alumnos muestran si alcanzan los criterios propuestos.

  • Situación de aprendizaje: “Nuestro supermercado”. Contexto: Se crea un mercado ficticio en clase donde los niños compran y venden productos. Criterios: “Usa la numeración para contar objetos” (competencia matemática) y “Emplea frases sencillas para comunicarse con sus compañeros” (competencia lingüística). Instrumentos: El docente observa y registra con anécdotas cuántos objetos cuenta cada niño durante los juegos de compra. Además, cuenta con listas de cotejo para valorar si los niños piden los artículos por su nombre y esperan su turno de palabra. Evidencias: Los “tickets de compra” de juguete rellenos por los niños y las notas de las conversaciones en la tienda evidencian que los alumnos cuentan correctamente objetos y se comunican con coherencia en el contexto lúdico.

  • Proyecto transversal: “Cuidamos el patio”. Criterios: “Participa colaborativamente en tareas grupales” y “Expresa ideas sobre el entorno natural”. Instrumentos: Se toman fotografías de cada grupo trabajando en el huerto escolar (por ejemplo, sembrando plantas). Para evaluar la cooperación, el docente utiliza una rúbrica con pictogramas (por ejemplo, caritas sonrientes si cede turno a otro compañero). Evidencias: Además de las fotografías de la actividad, el mural final del huerto (con dibujos y firmas de todos los niños) y un breve dictado donde relatan lo aprendido sirven como evidencia de los criterios evaluados.


En cada caso, la clave es que cada actividad diseñada para el aprendizaje genere evidencias concretas. Las producciones de los alumnos y las observaciones del docente se usan para validar los criterios establecidos desde el inicio de la unidad.


Conclusión


En resumen, la evaluación en Infantil bajo la LOMLOE debe entenderse como parte integral de la práctica docente, y no como un evento puntual. Es fundamental sincronizar criterios, instrumentos y evidencias desde el diseño de la unidad didáctica o situación de aprendizaje, pensando desde el inicio cómo se observará el progreso de cada niño.

Una evaluación bien integrada fomenta la implicación activa de los niños y sus familias. Al recopilar evidencias reales y compartir avances de manera transparente, cada alumno puede brillar en su propio ritmo, y el maestro obtendrá la información necesaria para guiar el aprendizaje de forma efectiva.



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