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Cómo trabajar la identidad y la autonomía personal en Infantil: propuesta didáctica

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En la etapa de Educación Infantil (0-6 años) los niños comienzan a descubrir quiénes son y a ganar independencia en pequeñas tareas del día a día. Trabajar la identidad y la autonomía personal desde los primeros años es fundamental para formar niños seguros, capaces y con buena autoestima. Especialmente si estás preparando las oposiciones de Educación Infantil, es clave comprender cómo fomentar estos aspectos en el aula. En este artículo informativo te ofrecemos una propuesta didáctica con estrategias, actividades y consejos prácticos para trabajar la identidad y la autonomía personal en Infantil, respondiendo a las dudas habituales de educadores y opositores en sus primeros pasos del proceso educativo. Empezaremos aclarando qué significan estos conceptos y por qué son tan importantes, para luego presentar ideas concretas que podrás aplicar en tu programación didáctica o en tu clase.


¿Qué son la identidad y la autonomía personal en Educación Infantil?


Antes de diseñar actividades, conviene tener claro a qué nos referimos con identidad personal y autonomía personal en el contexto de la Educación Infantil:


Identidad personal: el niño descubre quién es


La identidad personal en Infantil abarca el proceso en el que el niño o niña va construyendo una imagen de sí mismo como individuo único. Durante estos años, los pequeños aprenden su nombre, reconocen su imagen en el espejo, identifican las partes de su cuerpo y empiezan a expresar gustos, emociones y rasgos propios. También implica tomar conciencia de su pertenencia a un grupo (familia, clase) y de en qué se parece o diferencia de los demás. En definitiva, el niño va respondiendo a la pregunta “¿Quién soy yo?”.


Esta construcción de la identidad se apoya en aspectos afectivos (desarrollo de la autoestima, sentirse querido y valorado) y sociales (interacciones con sus compañeros y adultos). Por ejemplo, cuando un niño comparte en clase cuál es su color favorito o habla sobre su familia, está afirmando su identidad personal.


Autonomía personal: el niño aprende a hacer por sí mismo


La autonomía personal es la capacidad progresiva de los niños para realizar tareas y tomar pequeñas decisiones por sí mismos, sin depender continuamente del adulto. En la etapa infantil, la autonomía se refleja en hábitos cotidianos: aprender a vestirse y desvestirse, comer solo, ir al baño, lavarse las manos, recoger sus juguetes, etc. También incluye la iniciativa para resolver problemas sencillos (“¿Puedo hacerlo yo solo?”) y la confianza para intentar cosas nuevas.


La autonomía se desarrolla de forma gradual y requiere práctica, paciencia y guía por parte del adulto. Cada logro de independencia – como atarse los zapatos o pedir ayuda cuando lo necesitan – refuerza su autoestima y les hace más conscientes de sus capacidades. Así, identidad y autonomía van de la mano: a medida que el niño se siente capaz de hacer cosas por sí mismo, construye una imagen positiva de sí (“soy capaz, puedo lograrlo”), y cuanto más seguro está de su identidad, más iniciativa muestra para actuar con independencia.


Importancia de trabajar la identidad y la autonomía personal en Infantil


Fomentar la identidad y la autonomía en Educación Infantil no solo cumple con los objetivos curriculares, sino que tiene un impacto profundo en el desarrollo integral de los niños. Veamos algunas razones por las que es esencial trabajar estos aspectos desde la primera infancia:


  • Base para la autoestima y la confianza: Un niño que se conoce a sí mismo y es capaz de hacer cosas por sí solo desarrollará una autoestima saludable. Al lograr pequeñas metas cotidianas (como abrocharse la chaqueta sin ayuda), siente orgullo y confianza en sus capacidades. Esta confianza inicial sienta las bases para futuros aprendizajes más complejos.

  • Desarrollo emocional equilibrado: Reconocer sus propias emociones y características (parte de la identidad) y saber que puede actuar sobre su entorno (autonomía) contribuye a un mejor manejo emocional. Por ejemplo, un niño autónomo puede experimentar menos frustración al saberse capaz de intentar resolver un problema antes de pedir ayuda; a su vez, si se siente valorado por quién es, tolerará mejor las pequeñas frustraciones.

  • Socialización y relaciones positivas: Cuando los niños tienen una identidad bien afirmada, suelen relacionarse con los demás con más empatía y respeto. Entienden que cada persona es diferente (en aspecto, gustos, cultura) y aprenden a aceptar esas diferencias, fomentando la inclusión en el aula. Asimismo, la autonomía les permite participar más activamente en juegos y actividades grupales, al no depender siempre de un adulto para mediar.

  • Cumplimiento del currículo educativo: En la legislación educativa vigente (por ejemplo, la LOMLOE en España) se destaca que uno de los objetivos de la etapa infantil es “construir una imagen positiva de sí mismo y adquirir progresiva autonomía en las actividades habituales”. Por tanto, los docentes de infantil tienen la responsabilidad de planificar situaciones de aprendizaje que impulsen estas competencias. Trabajar identidad y autonomía no es algo “extra”, sino parte central de la educación infantil de calidad.

  • Niños más preparados para el futuro: La autonomía personal adquirida en infantil sienta el terreno para aprendizajes posteriores. Un alumno que sale de infantil con hábitos básicos (higiene, orden, iniciativa…) afianzados, afrontará con más éxito los retos de Primaria y de la vida diaria. De igual modo, una autoestima bien construida le ayudará a enfrentarse a cambios (nuevo colegio, nuevos amigos) con resiliencia.


En resumen, identidad y autonomía son dos pilares en la formación de niños y niñas felices, seguros y participativos. Ahora bien, ¿cómo podemos los docentes trabajar concretamente la identidad y la autonomía personal en el aula de infantil? A continuación, veremos estrategias y actividades prácticas para lograrlo.


Estrategias para trabajar la identidad personal en el aula de Infantil


La identidad personal se va construyendo día a día a través de vivencias en la escuela. El aula de infantil debe ser un espacio donde cada niño se sienta único y valorado, y donde tenga oportunidades de explorar quién es. Te proponemos algunas estrategias didácticas efectivas para potenciar la identidad personal en tus alumnos:


Juegos y dinámicas de autoconocimiento


El juego es la herramienta principal en infantil para cualquier aprendizaje. Podemos diseñar juegos que inviten al niño a explorarse a sí mismo. Por ejemplo:


  • El juego del espejo: Coloca espejos seguros a la altura de los niños y anímalos a hacer muecas, identificar partes de su cara o describirse (“Tengo los ojos marrones, estoy sonriendo, etc.”). Luego, pueden dibujar un autorretrato sencillo. Esta actividad les ayuda a tomar conciencia de su propio cuerpo y su imagen.

  • ¿Quién es quién? (versión infantil): Cada niño dice en voz alta algo sobre sí (por ejemplo “me gusta el chocolate” o “tengo un perro”) y los demás deben adivinar de quién se trata. Con esta dinámica, además de divertirse, aprenden sobre las características y gustos de sus compañeros y afirman los propios.

  • El mural de los nombres: Escribe o imprime el nombre de cada niño en grande y déjales decorarlo con fotos, pegatinas o dibujos de cosas que les gusten. Después, exponen sus nombres decorados en un mural o en la puerta de la clase. Ver su nombre y su obra les da sentido de pertenencia y orgullo por su identidad.


Educación emocional y reconocimiento de sentimientos


Conocer quiénes somos también implica reconocer cómo nos sentimos. Trabajar la educación emocional desde infantil refuerza la identidad al enseñar a los niños que sus emociones son parte de ellos y que pueden identificarlas y expresarlas. Algunas ideas:


  • El semáforo de las emociones: Crea un semáforo de cartulina con colores verde (contento), amarillo (tranquilo) y rojo (enfadado/triste). Cada mañana, en la asamblea, cada niño coloca su foto o un clip con su nombre en el color que representa cómo se siente ese día. Esta sencilla rutina les anima a identificar su estado emocional y compartirlo con el grupo. El docente puede verbalizar, por ejemplo: “Veo que hoy muchos estáis en verde (contento), pero María está en rojo porque está triste. ¿Qué podemos hacer para ayudarla a sentirse mejor?”.

  • Cuentos y láminas de emociones: Utiliza cuentos infantiles que aborden emociones (miedo, alegría, enfado, celos...) y, tras la lectura, dialoga con los niños sobre cuándo se han sentido así. También puedes usar tarjetas con caras que expresan distintas emociones para que los niños las reconozcan y las relacionen con situaciones cotidianas (“Mira esta cara: ¿crees que está enfadado o asustado? ¿Tú qué haces cuando estás enfadado?”). Al poner palabras a lo que sienten, los niños van incorporando esas vivencias a su identidad (“A veces me enfado, pero luego me calmo; eso también soy yo”).

  • El rincón de la calma: Habilita en el aula un pequeño espacio acogedor con cojines o muñecos donde los niños puedan ir si necesitan tranquilizarse. Enséñales técnicas simples como abrazar un cojín fuerte, respirar hondo o contar hasta cinco. Darles herramientas para autorregularse les hace sentir más dueños de sí mismos y refuerza su autoconocimiento emocional.


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Actividades para potenciar la autoestima y la singularidad


La autoestima es el núcleo de una identidad positiva. Como docentes, debemos generar actividades donde cada niño se sienta especial y capaz. Aquí van algunas propuestas:


  • El protagonista de la semana: Esta es una dinámica clásica y muy efectiva. Cada semana, un alumno es el “protagonista” o “encargado”. Durante esos días, el niño puede mostrar fotos de su familia, traer su juguete favorito o contar algo sobre él (sus comidas preferidas, qué le gusta hacer el fin de semana…). Sus compañeros pueden hacerle preguntas y destacar cosas bonitas de él (“Me gusta cómo dibuja Pedro”, “Julia comparte sus juguetes”). Esta actividad hace que cada niño tenga su momento de reconocimiento, fortaleciendo su autoconcepto y a la vez creando vínculos afectivos en el grupo.

  • Mi libro sobre mí: Elaborad un pequeño libro individual donde el niño, con ayuda del adulto, complete páginas como “Así soy yo” (con un dibujo o foto y su descripción), “Lo que más me gusta…”, “Cuando sea mayor quiero ser…”, “Mi familia es…”. Cada niño puede “leer” o mostrar su libro a los demás. Este proyecto integra muchas áreas (lenguaje, conocimiento del entorno, expresión artística) pero sobre todo les hace reflexionar sobre su propia persona de forma lúdica.

  • Celebrar logros y diferencias: En el aula, dedica momentos a celebrar los conquistas de los niños relacionados con su identidad o autonomía (“Hoy aplaudimos a Marta que ha conseguido atarse los cordones sola”). También celebra las diferencias: por ejemplo, hacer “el día de los idiomas” si algún niño habla otra lengua en casa, para que enseñe a sus compañeros algunas palabras en su idioma; o el “día de la cultura” donde cada familia aporta algo típico (un cuento, una comida) de su lugar de origen. Estas celebraciones transmiten a los niños que su identidad individual (sea cual sea) es valiosa y respetada.


Fomentar el respeto por la diversidad desde la identidad


En Educación Infantil, parte de construir la identidad es entender que no todos somos iguales, y que eso es bueno. Desde pequeños deben apreciar la diversidad en cuanto a género, cultura, capacidades, apariencias, etc. Algunas acciones didácticas:


  • Los sentidos y las diferencias: Una actividad sencilla es que los niños se miren entre ellos (siempre con tacto y guiados por el docente) y comenten diferencias visibles: color de pelo, altura, color de piel, si usan gafas o no... Se refuerza la idea: “Todos somos diferentes y especiales. Pedro tiene el pelo rizado y Ana lo tiene liso, ¡qué bien que no todos seamos iguales!”. Esto se puede complementar con cuentos sobre diversidad (por ejemplo, un cuento sobre niños de distintos países, o sobre la inclusión de un compañero con discapacidad) para inculcar valores de respeto.

  • Juego de roles y profesiones sin estereotipos: En el rincón de juegos simbólicos, anima a que tanto niños como niñas prueben todos los roles (por ejemplo, que los niños también jueguen a la cocinita o las niñas a ser conductoras de coches). Asimismo, cuando se hable de profesiones o personajes (bombero, enfermera, piloto, maestro…), usa un lenguaje inclusivo y muestra ejemplos de hombres y mujeres en distintos roles. Esto ayuda a que su identidad no se encasille en estereotipos de género y se sientan libres de ser como quieran ser.

  • La asamblea del “¿cómo soy por dentro?”: Además de las diferencias externas, trabaja la idea de que por dentro todos tenemos sentimientos y merecemos el mismo respeto. En asamblea, se puede preguntar: “¿Qué cosas te hacen sentir feliz/triste?” y ver que muchos comparten emociones similares aunque por fuera sean distintos. Así conectan la identidad propia con la empatía hacia la identidad de otros.


Trabajando de estas maneras la identidad personal en infantil, conseguiremos niños que se conocen mejor a sí mismos, con orgullo sano de quienes son y respetuosos con las singularidades de los demás. Todo ello crea un clima positivo en el aula donde cada pequeño se siente seguro para expresarse.


Estrategias para fomentar la autonomía personal en Educación Infantil


El desarrollo de la autonomía requiere, por parte del docente, crear un entorno preparado y ofrecer oportunidades diarias para que los niños practiquen habilidades independientes. A continuación, presentamos estrategias clave y consejos prácticos para potenciar la autonomía personal en el aula de infantil:


Establecer rutinas claras y hábitos diarios


Las rutinas son grandes aliadas de la autonomía. Cuando un niño sabe qué se espera de él en cada momento, puede anticiparse y actuar por sí mismo. Por eso, es importante organizar la jornada infantil con secuencias lógicas (asamblea, rincones de juego/trabajo, recreo, comida, siesta, salida, etc.) y mantener horarios consistentes. Algunos puntos a considerar:


  • Rutinas de entrada y salida: Desde que llegan, se puede instaurar el hábito de que cada niño cuelgue su abrigo en su percha identificada, coloque su mochila en un lugar designado y salude dando los buenos días. Al salir, recogerá sus pertenencias y se despedirá de la clase. Estas pequeñas acciones diarias refuerzan su sentido de responsabilidad y orden.

  • Rutinas de higiene y cuidado personal: Momentos como lavarse las manos antes de comer, después de ir al baño o de hacer pintura deben integrarse de forma constante. Inicialmente, el docente modela cómo hacerlo correctamente (usar jabón, enjabonarse bien, secarse), pero poco a poco los niños lo harán solos. Lo mismo con otras rutinas: por ejemplo, limpiar su mesa después de una actividad con un paño, o tirar los papeles a la papelera al terminar una manualidad. Integrar estos hábitos en el día a día promueve la autonomía en el cuidado de uno mismo y del entorno.

  • Rutina de recogida: Tras el juego libre o una tarea, reserva unos minutos para recoger juguetes y materiales entre todos. Puedes emplear recursos divertidos, como la “canción de recoger” (muchos docentes usan música para indicar que es hora de ordenar). Cada niño guarda los materiales que usó, clasifica piezas en cajas marcadas con dibujos, etc. Al convertirlo en hábito, se promueve la autonomía en el mantenimiento del orden y la responsabilidad compartida.

  • Hábitos de alimentación y descanso: Si en tu aula hay hora de merienda o comida, involucra a los niños en tareas sencillas como repartir servilletas, abrir su táper o servirse agua (usando jarritas pequeñas adaptadas a sus manos). Son gestos simples pero que les hacen más autosuficientes. En cuanto al descanso (si duermen siesta en el cole), se les puede guiar para que ellos mismos coloquen su colchoneta o cojín y se quiten los zapatos antes de acostarse. Estos hábitos ligados a necesidades básicas (comer, dormir) son parte de la autonomía personal; con rutina y práctica diaria se vuelven naturales para ellos.


Asignar responsabilidades adecuadas a su edad


A los niños de infantil les encanta sentirse “mayores” y útiles. Podemos canalizar ese deseo innato otorgándoles pequeñas responsabilidades en el aula, siempre ajustadas a sus capacidades:


  • Encargos del día: Crea un sistema rotativo de encargados. Por ejemplo, el “encargado de los lápices” reparte y recoge los botes de colores, el “encargado de la fila” se pone primero y guía al resto al patio, el “vigilante de la luz” es quien apaga las luces al salir del aula, etc. Estas tareas sencillas les hacen sentirse importantes y les habituan a colaborar.

  • Cuidado de plantas o mascotas: Si la clase tiene una planta o un pequeño huerto escolar, los niños por turnos pueden regar las plantas cada día. Algunas escuelas cuentan con mascota (un pez, un hámster…); bajo supervisión, los peques pueden dar de comer al pez o ayudar a limpiar la pecera cuando les toque. Son actividades altamente motivadoras que inculcan responsabilidad y autonomía.

  • Ayudantes en clase: Además de encargos fijos, se puede pedir voluntarios para ayudar en momentos puntuales: por ejemplo, “¿Quién quiere repartir las hojas hoy?” o “Necesito dos ayudantes para limpiar las mesas después de pintar”. Verás que sobran manos levantadas. Al darles confianza para hacer esas labores, les demuestras que crees en su capacidad.


Lo importante es no corregirles constantemente ni quitarles la tarea porque ‘no lo hacen perfecto’. Puede que al repartir los vasos derramen un poco de agua, o que al guardar los juguetes inicialmente los dejen mal colocados. Es parte del aprendizaje. Como docentes, debemos valorar el esfuerzo y solo guiar suavemente para que mejoren, sin invalidar su iniciativa.


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Un ambiente preparado que favorezca la independencia


La organización del espacio y los materiales en un aula infantil puede facilitar (o entorpecer) la autonomía. Ten en cuenta estas recomendaciones al preparar tu ambiente:


  • Materiales al alcance: Coloca los juguetes, libros y materiales didácticos en estanterías bajas, cajones accesibles o cajas identificadas con imágenes. Así, los niños pueden tomar y guardar lo que necesitan sin depender del adulto. Por ejemplo, un rincón de arte con papeles y colores a su altura, o un perchero bajito para que puedan colgar y descolgar sus abrigos solos.

  • Zonas delimitadas y orden visual: Define las áreas de juego (construcciones, lectura, casa, plástica, etc.) de forma que el niño sepa dónde está cada cosa. Usa etiquetas con dibujos o colores para marcar dónde van las piezas de construcción, dónde se guardan los cuentos, etc. Un entorno ordenado les ofrece seguridad y les anima a ser ellos mismos quienes mantengan ese orden.

  • Mobiliario adaptado: Sillas, mesas, baños y lavabos de tamaño infantil permiten que realicen actividades sin ayuda. Por ejemplo, si hay un banquito frente al lavabo, podrán subirse para lavarse las manos solos. Si las tijeras de la clase son infantiles (punta redonda, tamaño pequeño), podrán usarlas con mayor autonomía y seguridad. Revisar que todo el entorno sea “a escala” de los pequeños es crucial para que no tengan que acudir al adulto por algo tan simple como que no alcanzan un estante o no pueden abrir una puerta pesada.

  • Tiempo suficiente y flexibilidad: Un ambiente favorable a la autonomía también implica dar tiempo. Hay que planificar las transiciones y actividades considerando que los niños tardarán más haciéndolas solos que si interviniera el adulto. Por ejemplo, vestirse para salir al recreo puede tomar varios minutos; es mejor empezar con algo de antelación o asumir ese tiempo, en lugar de apresurarlos o terminar vistiéndolos uno mismo. Respetar sus ritmos les enseña a perseverar y a no rendirse porque alguien les mete prisa.


Paciencia, refuerzo positivo y manejo del error


Fomentar la autonomía en infantil requiere una gran dosis de paciencia y tacto educativo. Algunos consejos actitudinales para el docente o preparador:


  • Deja que lo intenten (con seguridad): Es tentador anticiparse y hacer las cosas por ellos para evitarles frustración o ahorrar tiempo, pero es fundamental contenerse. Observa y solo intervén si realmente lo necesitan o hay peligro. Por ejemplo, si un niño está intentando abrocharse un botón, dale unos segundos para que pruebe; si ves que no puede, en lugar de hacerlo tú, ofrécele una pista (“¿y si giras el botón así?”) o una ayuda mínima (“te sujeto el ojal para que sea más fácil, y tú empujas el botón”). Deja que experimente la satisfacción de lograrlo por su cuenta.

  • El error como aprendizaje: Cuando el niño se equivoca o algo sale mal, evita regañarle severamente. En su lugar, aprovecha esa situación como experiencia de aprendizaje: “Uy, se ha derramado el agua al regar la planta. No pasa nada, vamos a buscar un trapo. ¿Cómo podríamos hacerlo la próxima vez para que no se caiga el vaso?”. Así el niño entiende que equivocarse es normal y que puede pensar en soluciones. Una atmósfera de confianza hará que se atreva más a ser autónomo sin miedo a “meter la pata”.

  • Refuerzo positivo sincero: Celebra los logros de autonomía por pequeños que sean. Un “¡Qué bien lo has hecho solo!” o “Sabía que podías lograrlo, ¡estás hecho un campeón atándote los cordones!” refuerza enormemente su motivación. Eso sí, es importante que el elogio sea específico al esfuerzo y auténtico; por ejemplo, en vez de decir “eres el más listo por comer solo”, es mejor “estoy orgullosa de lo bien que comiste solito toda tu comida, practicaste mucho y lo lograste”. El niño así asocia la autonomía con sentimientos positivos de logro personal.

  • Consistencia y buen ejemplo: Si establecemos reglas o rutinas para fomentar la autonomía, debemos ser consistentes. No vale decirles que ordenen siempre sus juguetes y luego a veces hacerlo nosotros porque tenemos prisa; eso crea confusión. Asimismo, predica con el ejemplo: los niños aprenden viendo. Si ven al adulto actuar con autonomía y responsabilidad (por ejemplo, ordenando también sus cosas, cumpliendo horarios, manteniendo la calma ante sus propios errores), interiorizarán esos comportamientos.


Con estas estrategias, poco a poco los pequeños irán adquiriendo hábitos de autonomía: desde los cuatro hábitos básicos (orden, higiene, alimentación y sueño) hasta otros como pedir ayuda cuando la necesitan, tomar la iniciativa en juegos o perseverar en una tarea sin abandonarla al primer intento. Todo ello contribuye a que desarrollen fortaleza, responsabilidad y confianza en sí mismos.


Propuesta didáctica: “Yo soy y yo puedo” (ejemplo práctico)


A continuación, presentamos una propuesta didáctica integrada que trabaja conjuntamente la identidad y la autonomía personal en Educación Infantil. Esta es solo una idea base que puedes adaptar a tu programación o unidad didáctica para las oposiciones, incorporando las particularidades de tu grupo de alumnos.


Título de la unidad: “Yo soy y yo puedo” – Descubriendo mi identidad y aprendiendo a ser autónomo.Edad recomendada: 4-5 años (segundo ciclo de Educación Infantil).Duración: 2 semanas (aproximadamente 10 sesiones, integradas en la rutina diaria del aula).


Objetivos didácticos:Al finalizar esta unidad, se espera que el alumnado:


  • Conozca mejor su propio cuerpo, sus características e información personal básica (nombre y apellidos, edad, algunos rasgos físicos).

  • Exprese sus gustos, emociones y vivencias personales con seguridad en un contexto de grupo, fortaleciendo su autoestima.

  • Adquiera o afiance hábitos de autonomía en tareas cotidianas (higiene, vestirse, ordenar materiales, comer de forma autónoma).

  • Asuma pequeñas responsabilidades en el aula, mostrando iniciativa y cooperación con sus compañeros.

  • Desarrolle actitudes de respeto hacia las diferencias individuales (aceptar y valorar que cada compañero es único, con sus cualidades particulares).


Saberes básicos:Esta propuesta aborda contenidos propios del área “Conocimiento de sí mismo y autonomía personal”, tales como el esquema corporal (partes del cuerpo, imagen corporal), la identidad (nombre, características personales, familia cercana), las emociones básicas y su expresión, y los hábitos de autonomía (autocuidado, alimentación, descanso, juego y recogida). También se enlazan contenidos transversales de educación en valores (respeto, convivencia) y de comunicación oral (escucha activa, turno de palabra al presentarse).


Metodología:Las sesiones se plantean de forma lúdica, participativa y globalizada. Se alternarán actividades individuales (reflexión sobre sí mismo), en pequeño grupo (juegos de rol, rincones de actividad) y en gran grupo (asambleas, juegos cooperativos), garantizando la participación de todos. Se utilizará un enfoque de aprendizaje basado en el juego y la experimentación, creando un ambiente afectivo y de confianza. Además, se implicará a las familias en algunas tareas, para reforzar el vínculo casa-escuela en el desarrollo de la identidad y la autonomía (por ejemplo, enviando fotos familiares o practicando ciertos hábitos en casa).


Actividades destacadas: A modo de ejemplo, describimos algunas de las actividades que formarían parte de esta unidad didáctica:


  1. Asamblea “Quién soy yo”: Cada niño, en la asamblea inicial, dice su nombre completo y algo que le guste (“Soy Ana Pérez y me encanta bailar”). La maestra puede comenzar para dar modelo. Se repetirá durante varios días para que todos practiquen presentarse. Esta actividad mejora la conciencia de identidad (saben decir su nombre, compartir sus gustos) y la expresión verbal ante el grupo.

  2. El collage de mi cara: En pequeño grupo, los niños decoran un plato de papel o cartulina dibujando su cara: ojos, pelo, boca…, y pegan diversos materiales (lana para el pelo, botones para los ojos, etc.). Luego cada uno muestra su creación diciendo “Este/esta soy yo”. Con esto trabajan el esquema corporal y la identificación de sí mismos de forma divertida.

  3. Circuito de la autonomía: Se organiza en el aula un circuito por estaciones donde los niños deben realizar tareas relacionadas con la autonomía: en una mesa, abotonar y desabotonar diferentes prendas; en otra, verter agua de una jarrita a un vaso sin derramar; en otra, clasificar juguetes por tipo en sus cajas correspondientes; en otra, ponerse y quitarse la chaqueta o la mochila, etc. Por equipos, van rotando por cada estación. Los adultos supervisan pero dejando que ellos lo intenten primero. Este circuito gamifica la práctica de habilidades autónomas y los motiva a superarse a sí mismos.

  4. El juego de las emociones con marionetas: Usando títeres o marionetas, la docente escenifica breves historias donde un personaje infantil enfrenta situaciones cotidianas (por ejemplo: no encuentra su juguete y se frustra; su amigo no quiere jugar con él y se pone triste; gana un juego y se alegra mucho). Se invita a los niños a opinar: “¿Cómo creéis que se siente Juanito (la marioneta)? ¿Qué podría hacer?”. Luego cada niño puede manipular la marioneta y expresar “Yo me siento ___ cuando ___”. Esto refuerza la identificación y comunicación de emociones, parte integral de la identidad personal.

  5. Proyecto “Cuando yo era bebé”: Se solicita previamente a las familias que envíen una fotografía de cuando sus hijos eran bebés. En clase, cada niño compara su foto de bebé con una actual (la maestra puede preparar un panel con ambas fotos lado a lado para cada niño). Se conversa sobre qué han aprendido desde entonces (“Antes no podía caminar y ahora sí; antes me daban la comida y ahora como solo…”). Esta actividad les hace conscientes de su propio crecimiento y de sus logros en autonomía desde su nacimiento, reforzando su identidad personal en el tiempo (“soy el mismo bebé de la foto, ¡y cuánto he crecido!”).

  6. Mi pequeño gran logro: Hacia el final de la unidad, cada niño muestra a la clase algo que ahora puede hacer solo y antes no podía. Puede ser atarse los cordones, recortar con tijeras, contar hasta cierto número, etc. Si es posible, realiza una pequeña demostración o lo relata con orgullo. La maestra entrega a cada uno un diploma simbólico de “¡Soy autónomo!” con su nombre y su logro (por ejemplo: “Marcos aprendió a vestirse solo”). Este cierre festivo refuerza enormemente la motivación y autoestima de los niños respecto a su autonomía personal e identidad de “niño mayor que puede con retos”.


Evaluación:La evaluación en esta propuesta es continua y cualitativa, acorde a la etapa infantil. El docente observa y registra indicadores como: si el niño dice su nombre y datos personales con claridad, si participa contando cosas de sí mismo en la asamblea, si reconoce y nombra emociones básicas, si realiza las rutinas diarias con cada vez menos ayuda (aseo, vestirse, recoger), si acepta encargos y los cumple con responsabilidad, y si muestra actitudes de respeto hacia los demás. Se pueden usar rúbricas sencillas o listas de cotejo para anotar el progreso de cada alumno en identidad y autonomía a lo largo de las sesiones. Asimismo, se recogen producciones de los niños (su collage, su libro “sobre mí”, etc.) como evidencias de aprendizaje. La evaluación también incluye una reflexión final con el grupo: en círculo, comentar “qué hemos aprendido sobre nosotros mismos y qué cosas ya hacemos solos que antes no”.


Inclusión Educativa:En un aula de infantil habrá distintos ritmos de maduración y necesidades. Es importante adaptar la propuesta a la diversidad: por ejemplo, si algún niño presenta necesidades educativas especiales que afectan su autonomía (p. ej., una discapacidad física), se le ofrecerán ayudas técnicas o adaptación de tareas para que también pueda participar (quizá su logro autónomo será diferente, pero igualmente valioso y celebrado). Igualmente, para niños que van más adelantados, se les puede asignar encargos con un poquito más de desafío o darles roles de tutor de un compañero, manteniéndolos motivados. La colaboración con las familias es clave: se informará a los padres y madres de los objetivos de la unidad para que los refuercen en casa (por ejemplo, dejando que el niño haga más cosas solo en el hogar, siguiendo las mismas rutinas y pautas). Con un enfoque inclusivo, todos los alumnos podrán avanzar desde su punto de partida en la construcción de su identidad y autonomía.

Esta propuesta didáctica “Yo soy y yo puedo” muestra una manera integrada de trabajar estos aspectos fundamentales. Como opositor, podrías emplear una estructura similar para presentar una unidad innovadora y bien fundamentada en tu programación, demostrando al tribunal tu capacidad para diseñar actividades significativas que desarrollen la identidad y la autonomía personal en los niños.


Conclusión


Trabajar la identidad y la autonomía personal en Educación Infantil es una tarea apasionante y de enorme responsabilidad. A través de actividades lúdicas, rutinas bien pensadas y un acompañamiento respetuoso, los docentes ayudamos a los más pequeños a descubrir su propio yo y a valerse por sí mismos en el mundo que les rodea. En este artículo hemos explorado desde qué son estos conceptos hasta cómo aplicarlos en el aula mediante estrategias concretas y una propuesta didáctica de ejemplo.


En resumen, fomentar una identidad positiva implica dar a cada niño el cariño, la atención y las oportunidades para expresarse tal como es; mientras que fomentar la autonomía supone dotarles de habilidades y confianza para que gradualmente sean más independientes. Ambos procesos van de la mano y constituyen la base sobre la cual se construirán futuros aprendizajes y competencias en la vida de ese niño o niña.


Si estás preparando tus oposiciones, recuerda la importancia de integrar la identidad y la autonomía en tus unidades didácticas y en tu práctica docente diaria. No solo estarás cumpliendo con el currículo oficial, sino que estarás contribuyendo al crecimiento de personas seguras, empáticas y capaces. La satisfacción de ver a un niño decir con orgullo “¡Mira, lo hice yo solo!” o compartir feliz quién es y cómo se siente, es uno de los mayores logros que podemos tener como educadores.


¡Atrévete a aplicar estas ideas en tu aula o programación! Verás cómo, con tu guía, tus alumnos de infantil empiezan a crecer por dentro: a sentirse únicos e importantes, y a la vez competentes para enfrentar pequeños y grandes retos. Esa es, en definitiva, la magia de la educación infantil bien orientada: formar individuos con identidad propia y autonomía, preparados para el siguiente paso en su aventura educativa y personal.



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