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DEFENSA DE LA PROGRAMACIÓN. 14 CONSEJOS



  1. Es importante que la programación la hayas hecho tú y sólo tú, y que la conozcas al dedillo. Olvídate de programaciones del “todo a cien” (© Adolfo); no las compres a academias ni a particulares: cúrratela tú. 

  2. No olvides ninguno de los apartados básicos al hacerla: objetivos, contenidos, metodología y criterios de evaluación, aunque debes meter más cosas también, como la atención a los ACNEEs, los materiales, los temas transversales, la interdisciplinariedad, el uso de las nuevas tecnologías y, recientemente, las competencias básicas. 

  3. Hazla sobre un curso que conoces bien y en el que, además, te encuentres cómodo. Si hay dos o más cursos con esas características, hazla para el curso más alto posible, pero ojo: sólo si has impartido dicho curso alguna vez, que si no, se te notará. Si eres novato total y nunca has dado clase, hazla para el curso cuyos contenidos te resulten más atractivos, con los que más te podrías implicar tú. 

  4. Preséntala bonita, clara, que se lea bien, totalmente ausente de faltas de ortografía, con gráficos, imágenes incrustadas, fotos (si es preciso), con una portada elegante (pero no hortera), un índice actualizado, bien encuadernada pero no lujosamente como si fuera un facsímil del Beato de Liébana... que se destaque sobre las demás, como cuando presentas un currículum vitae, pero que no llegue a estar tan adornada y llena de colorines que parezca un pastiche kitsch. 

  5. Hazte un guión adecuado en tu casa, antes de ir, con ordenador, para que te quepan más cosas (sólo te permiten una hoja). Cuando llegues, te darán una hora para hacerte dicho guión, que tú aprovecharás para pasar tu guión a otra hoja, manuscrito; te cabrá menos, claro; entonces intenta utilizar tu guión de ordenador y, si no te lo permiten -había tribunales que dejaban y otros que no: el mío sí dejaba- pues la guardas y te sacas de la manga el guión manuscrito. ¡No olvides entregarlo al tribunal al finalizar la encerrona, que está uno de los nervios! 

  6. Llévate una botellita de agua. ¡No te imaginas cómo termina tu garganta, y no siempre cae el tribunal en proporcionarte agua! Hay veces que sí, y otras que tararí, entonces, por si acaso, llévatela tú, que es muy necesaria. Bebe cuando te apetezca, sin cortarte, o emplea el truco de hacer que bebes cuando acabes de decir algo que tú crees importante y original, y quieras hacer un silencio retórico de unos segundos para que lo maduren y lo retengan. 

  7. Vete vestido normal, ni de fiesta ni con vaqueros rotos, ni con rastas ni de peluquería; con calzado cómodo y ropa fresca de algodón (recuerda que suele hacer un calor demoníaco). Trata siempre de usted al tribunal, aunque sean más jóvenes que tú. 

  8. Habla despacio, alto, claro y de forma convincente, creyendo en lo que dices; defiende con honradez lo que has escrito (sólo puede uno vender a otros la mercancía que previamente ha comprado); muévete con soltura por todo tu espacio; estate un rato sentado, y la mayor parte del tiempo levantado; anota cosas en la pizarra que luego te servirán de recurso mnemotécnico para más adelante. Por ejemplo: cuando expongas los objetivos, los tendrás en el guión ¿no? Pues los copias en la pizarra. Cuando llegues a los criterios de evaluación... piensa un poco: no es más que ver si los alumnos han conseguido cumplir los objetivos previstos ¿no? ¡pues como los tienes escritos de antes en la pizarra, sólo tienes que mirarlos e improvisar los criterios sobre la marcha! Por ejemplo (simplificando mucho ¿eh?), si un objetivo es "aprender a leer con soltura y buena entonación", pues un criterio de evaluación puede ser "leer en voz alta un trozo de prosa y otro de poesía que el alumno haya ensayado previamente". Aprenderse listas de cosas es malo para los nervios, y siempre se te olvida decir la principal, con lo cual, si tú tienes los objetivos en la pizarra, no tienes que meter en el guión los criterios de evaluación y puedes usar ese preciado espacio para poner otras cosas que te haga más falta. No sé si me he explicado. 

  9. Yo hice dos columnas en la pizarra: una con los objetivos y otra con los contenidos, y luego iba trazando flechas de la segunda a la primera, dejando patente que cada contenido me servía para cumplir tal y cual objetivo, y que no había ni contenidos de más, ni objetivos que no se cumplieran por falta de actividades adecuadas. 

  10. Cita la legislación básica DE MEMORIA, pero ojo: sólo la básica. No vayas como un loro con cien nomenclaturas de decretos y órdenes aprendidos de memorieta. No los aburras, vamos. Esto es esencial. Vale que es un trago, pero si consigues no pasarlo demasiado mal y hasta divertirte un poco con lo que estás haciendo, transmitirás esa sensación al tribunal y automáticamente se creará una corriente de simpatía hacia ti. Esto es inevitable y te pasa también en clase ¿a que sí? Si es que todos funcionamos más o menos así: nos rendimos como bobos ante alguien que muestra entusiasmo y que parece que cree en lo que dice. Pues eso. 

  11. Normalmente se te hace la hora en un pis-pás y no da tiempo a casi nada, así que si tienes algo muy importante y novedoso que decir, no lo dejes justo para lo último. Si, por el contrario, estás un poco perdido, o has ido muy deprisa –mal- y ves que no tienes materia suficiente para llenar el tiempo, estira éste como puedas, escribiendo mucho en la pizarra, que es una cosa que consume bastante tiempo. 

  12. No bajes los ojos, ni mires al suelo o al infinito: mira directamente a los ojos al tribunal, sobre todo al presidente, pero también, por turno, a todos los miembros; acciona con las manos, enfatiza con la voz lo que sea importante, mediante los llamados “subrayados de pertinencia” y emplea muchas preguntas retóricas, que son un recurso de éxito seguro: “Me preguntarán ustedes que por qué digo esto, pues verán: lo digo porque blablaba”. 

  13. No olvides las reglas básicas de la oratoria que nos enseñó Cicerón: “primero se habla de lo que se va a hablar; después se habla; por último, se habla de lo que se ha hablado.” O sea: presentación, nudo y resumen de lo dicho.

  14. No olvides nunca esta pequeña recapitulación final: ellos lo agradecerán mucho para saber si eres un encantador de serpientes o si verdaderamente programas como los ángeles, jeje. En realidad ERES un encantador de serpientes, pero las tienes que encantar tan bien tan bien que los convenzas de que sabes un webo de esto. No olvides la típica frase final: “si hay algo que quieren que les aclare en detalle, no duden en preguntar, por favor”. Ellos ya saben que tienen su tiempo para preguntas, pero resulta amistoso que les ofrezcas la posibilidad. Mi tribunal del segundo año estuvo casi tres cuartos de hora preguntándome cosas, aunque, como eran muy amables y había bastante buen rollo, al final aquello ya era una charla informal sobre el asunto de la unidad didáctica, en la que nadie sabía quién preguntaba y quién contestaba, y todos opinábamos por igual, porque era un tema que se prestaba a la polémica. No tiene por qué ocurrirte igual, y eso no significa nada: mi último tribunal me dio la plaza sin preguntar absolutamente nada. Cada tema, cada opositor y cada tribunal es un mundo, y no hay patrones ni reglas fijas. 

Mucha suerte. Es mucho, mucho más fácil de lo que crees, de verdad


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