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Cómo integrar la Inteligencia emocional en tu programación didáctica para las oposiciones de Educación Infantil


Inteligencia emocional


¿Sabías que la inteligencia emocional puede ser tu gran aliada para destacar en las oposiciones de Educación Infantil? Integrar la educación emocional en tu programación didáctica de Infantil no solo beneficia a tus alumnos de 3 a 6 años, sino que también demuestra ante el tribunal que dominas un aspecto clave de la enseñanza actual. Vivimos en una época en la que aspectos como la empatía, la gestión de emociones y las habilidades sociales se consideran tan importantes como los contenidos académicos tradicionales. Por ello, las leyes educativas vigentes en España (como la LOMLOE) ya incluyen la formación emocional como un pilar fundamental del currículo desde edades tempranas . En este artículo descubrirás cómo puedes incorporar la inteligencia emocional en tu programación didáctica de Educación Infantil, tanto en la elaboración del documento escrito como en la defensa oral ante el tribunal, logrando un enfoque educativo integral, original y atractivo.


La educación emocional en Infantil contribuye al desarrollo integral de los niños y niñas, mejorando su bienestar personal y su forma de relacionarse con los demás. Imagina una clase donde cada mañana los niños expresan cómo se sienten, aprenden a identificar la alegría, la tristeza o el enfado, y practican juntos técnicas para relajarse cuando algo les frustra. Ese tipo de vivencias no solo les ayuda a crecer en armonía, sino que también crea un ambiente de aula positivo y propicio para todos los aprendizajes. Como opositor, incluir propuestas así en tu programación didáctica te permitirá demostrar creatividad, sensibilidad pedagógica y conocimiento de la normativa. A continuación, te guiamos paso a paso: empezaremos revisando las bases teóricas de la inteligencia emocional (desde Mayer y Salovey hasta Daniel Goleman y referentes españoles como Rafael Bisquerra), luego veremos qué dice la normativa (LOMLOE y currículos autonómicos) sobre la educación emocional en Infantil, para finalmente adentrarnos en propuestas prácticas de actividades, materiales y estrategias de evaluación. También te daremos consejos sobre cómo defender oralmente estas ideas ante el tribunal para convencerles de su importancia. ¡Vamos a ello!


Marco teórico: Inteligencia emocional y educación infantil


Para integrar la inteligencia emocional en tu programación, primero necesitas comprender bien qué es y por qué es tan relevante en la etapa infantil. El concepto de inteligencia emocional fue acuñado académicamente por Peter Salovey y John Mayer a inicios de los años 90, definiéndola como “la habilidad para manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar este conocimiento para guiar el propio pensamiento y acción” . Años más tarde ampliaron esta definición incluyendo cuatro habilidades fundamentales: percibir con precisión las emociones, utilizar las emociones para facilitar el pensamiento, comprender las emociones y regularlas de forma que promuevan el crecimiento personal e intelectual. En otras palabras, una persona emocionalmente inteligente es capaz de identificar lo que siente, entender por qué lo siente, y manejar esas emociones de manera adecuada para convivir mejor consigo misma y con los demás.


El concepto realmente saltó a la fama gracias al psicólogo y periodista científico Daniel Goleman, quien en 1995 publicó “Inteligencia Emocional”, un libro que se convirtió en un best-seller . Goleman popularizó la idea de que las habilidades emocionales son tan cruciales como el coeficiente intelectual para tener éxito en la vida. De hecho, según Goleman, la inteligencia emocional se compone de varias competencias o atributos personales: el autoconocimiento (reconocer las propias emociones al momento en que ocurren), la autorregulación (saber manejar los propios sentimientos para expresarlos de forma apropiada), la automotivación (usar nuestras emociones para impulsarnos hacia objetivos, manteniendo la motivación y controlando la impulsividad), la empatía (reconocer y comprender las emociones de los demás) y las habilidades sociales para gestionar adecuadamente las relaciones . En palabras de Goleman, se trata de ser un “pensador con corazón”: combinar la razón con la comprensión emocional para tomar mejores decisiones . Estas competencias de Goleman tienen un claro reflejo educativo: por ejemplo, un niño de infantil con buen autoconocimiento emocional podrá decir “estoy enfadado” en vez de tener una rabieta sin motivo aparente; un niño con habilidades de autorregulación quizá recuerde respirar hondo (como en un juego del globo que veremos más adelante) antes de pegar a un compañero, etc. Vale la pena destacar estos ejemplos prácticos en tu programación para ilustrar cómo trabajaremos cada competencia emocional en el aula.


En España, uno de los mayores referentes en el tema es el profesor Rafael Bisquerra, pionero de la educación emocional. Bisquerra define la educación emocional como “una innovación educativa que responde a necesidades sociales no atendidas en las materias académicas ordinarias”, basada en fundamentos científicos de la psicología, la teoría de las emociones, la neurociencia y hasta en la teoría de las inteligencias múltiples . El objetivo de la educación emocional, según Bisquerra, es desarrollar en el alumnado una serie de competencias emocionales básicas: conciencia emocional, regulación emocional, autonomía o autogestión personal, competencia social (inteligencia interpersonal) y habilidades de vida para el bienestar .


Fíjate cómo estas categorías guardan relación con las propuestas de Goleman: la conciencia de uno mismo, la autorregulación y la autonomía personal equivalen al autoconocimiento, autocontrol y automotivación; la inteligencia interpersonal abarca la empatía y las habilidades sociales; y Bisquerra añade explícitamente la promoción del bienestar como un fin educativo.

Bisquerra subraya también que para llevar la educación emocional a la práctica se necesita un buen diseño programático: partir de un marco teórico sólido, contar con profesorado formado en el tema, disponer de materiales curriculares apropiados y usar instrumentos de evaluación que permitan valorar los progresos en competencias emocionales . Esto encaja perfectamente con lo que tú, como opositor, debes demostrar: que tu programación didáctica no incluye la inteligencia emocional como un “adorno” improvisado, sino que está fundamentada teóricamente, alineada con los referentes científicos (Mayer, Salovey, Goleman, Bisquerra, etc.) y aterrizada en actividades, recursos y evaluaciones concretas y eficaces para tu aula de infantil.


Desde el punto de vista teórico la inteligencia emocional en Infantil supone enseñar a los más pequeños a reconocer, expresar y gestionar sus emociones y a entender las de los demás, todo ello de forma adaptada a su nivel madurativo. Esto sienta las bases de su autoestima, de una buena convivencia y de su capacidad de aprendizaje en el futuro. Ahora que tenemos clara la importancia de este concepto, veamos cómo viene respaldado por la normativa educativa, pues este será otro pilar de tus argumentos.


Marco normativo: LOMLOE y educación emocional en Infantil


Incluir la inteligencia emocional en tu programación no es solo una buena idea pedagógica, es que la normativa educativa lo exige y promueve. La última ley educativa española, la LOMLOE (Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre), incorpora explícitamente la educación emocional en varios apartados. De entrada, la LOMLOE reconoce la educación emocional como un principio pedagógico fundamental y como parte de las competencias clave del currículo . Esto significa que, legalmente, toda programación didáctica debería prestar atención a este ámbito. En concreto, la educación emocional se integra dentro de la competencia clave “personal, social y aprender a aprender”, definida en el perfil de salida del alumnado al término de la educación básica. Esta competencia clave abarca la capacidad de autoconocimiento, autoaceptación y crecimiento personal, así como la gestión de la incertidumbre, la identificación de conductas contrarias a la convivencia y el cuidado del bienestar emocional propio y ajeno . ¿Te das cuenta? La propia ley nos está dando argumentos: incluir actividades de inteligencia emocional en Infantil contribuye directamente a desarrollar una de las siete competencias clave que todo alumno debe adquirir en su escolaridad.


Pasando al currículo de Educación Infantil (etapa 0-6 años), tanto la normativa estatal como las autonómicas refuerzan la idea de trabajar la dimensión emocional. El Real Decreto 95/2022, de 1 de febrero (que establece las enseñanzas mínimas de Infantil a nivel nacional) señala en su Artículo 4 que “la finalidad de la Educación Infantil es contribuir al desarrollo integral y armónico del alumnado en todas sus dimensiones: física, emocional, sexual, afectiva, social, cognitiva y artística…”. Es decir, el desarrollo emocional y afectivo del niño es tan prioritario como cualquier otra área. Asimismo, en los principios pedagógicos de esta etapa se indica que la práctica educativa se basará en experiencias de aprendizaje “significativas y emocionalmente positivas, en un ambiente de afecto y confianza que potencie la autoestima. Además, se establece que durante los dos ciclos de Infantil (0-3 años y 3-6 años) se atenderá progresivamente al **desarrollo afectivo y a la gestión emocional junto con otros ámbitos (movimiento, lenguaje, etc.). Esto último es especialmente relevante: la ley habla de “gestión emocional”, concepto muy cercano al de inteligencia emocional, como parte de los contenidos a trabajar desde la primera infancia.


Por si fuera poco, los objetivos de etapa de Infantil también lo reflejan claramente. El objetivo (d) del artículo 7 del RD 95/2022 dice textualmente: “Desarrollar sus capacidades emocionales y afectivas”, mientras que el objetivo (e) añade “ejercitarse en el uso de la empatía y la resolución pacífica de conflictos”. En resumen, la legislación nos proporciona un marco sólido: trabajar la inteligencia emocional en Infantil no es algo opcional, sino parte intrínseca de lo que debe hacer un maestro en el aula. Al explicitar esto en tu programación, demuestras conocimiento de la normativa (un punto que el tribunal valora) y justificas la presencia de actividades emocionales porque responden a mandatos oficiales.


Debes tener en cuenta que, además de la normativa estatal, cada comunidad autónoma desarrolla el currículo de Infantil con sus propios decretos y órdenes. Si preparas oposiciones en, por ejemplo, Andalucía (por ubicarlo en tu contexto), encontrarás que el Decreto 100/2023, de 9 de mayo, y la Orden de 30 de mayo de 2023 establecen el currículo LOMLOE de Infantil en esa comunidad, incluyendo las mismas líneas fundamentales: el desarrollo emocional es parte de las “líneas fundamentales del currículo” de Infantil andaluz y se regula la atención a la diversidad, tutoría, etc., para asegurar ese desarrollo integral . Otras comunidades incluso han lanzado iniciativas específicas: por ejemplo, Canarias ha incorporado la educación emocional de forma obligatoria en sus centros educativos, pionera en este ámbito. Esto lo podrías mencionar como anécdota o dato de apoyo en tu defensa oral: “incluso comunidades como Canarias ya la han hecho obligatoria, dada la evidencia de sus beneficios”. En definitiva, al redactar tu programación, cita la LOMLOE y la normativa autonómica vigente para tu especialidad, enfatizando cómo la inclusión de la inteligencia emocional cumple con la ley y enriquece el currículo. Este respaldo normativo dará mucha solidez a tu documento.




Diseño de la programación: integrar la inteligencia emocional paso a paso


Llegamos al núcleo de la cuestión: ¿cómo plasmar la inteligencia emocional en tu programación didáctica de Infantil?. En esta sección abordaremos los elementos clave que debes desarrollar: desde la formulación de objetivos y competencias emocionales en tu documento, hasta ejemplos concretos de actividades, metodologías, materiales y evaluación relacionados con la educación emocional. La idea es que tu programación no se limite a mencionar la importancia de las emociones, sino que la integre de manera transversal y práctica en el día a día del aula. Vamos a verlo paso a paso.


Objetivos y competencias emocionales en tu programación


Un buen punto de partida es asegurarte de que los objetivos generales de tu programación (y de tus unidades didácticas) incluyan metas relacionadas con el desarrollo emocional. Por ejemplo, puedes plantear objetivos como: "Que el alumnado reconozca y nombre las emociones básicas (alegría, tristeza, miedo, enfado...)", "Que aprenda estrategias sencillas para regular sus emociones (ej.: técnicas de respiración o rincón de la calma)", o "Que muestre actitudes de empatía y ayuda hacia sus compañeros". Estos objetivos deben estar alineados con los objetivos oficiales de etapa que vimos antes (por ejemplo, aquel de “Desarrollar sus capacidades emocionales y afectivas”). Al hacerlo, en tu programación escrita puedes citar entre paréntesis que tal objetivo se vincula con el objetivo d) del currículo oficial, mostrando coherencia con la normativa.


Asimismo, conviene relacionar estos objetivos con las competencias clave y las competencias específicas de la etapa. La educación emocional, como vimos, se integra en la competencia personal y social. Puedes dejar claro que mediante tus propuestas “se inicia el desarrollo de la competencia personal, social y de aprender a aprender, tal como indica la LOMLOE”, destacando subcomponentes como autoconocimiento, autoestima, habilidades sociales, etc. Incluso podrías mencionar explícitamente las competencias emocionales de Bisquerra o Goleman a modo de referencia teórica, aunque lo más práctico es traducirlas al lenguaje curricular: por ejemplo, la conciencia emocional y el autocontrol se reflejan en autonomía personal (un niño que identifica cuando está enfadado y busca una solución por sí mismo), la empatía y habilidades sociales se reflejan en convivencia y ciudadanía (un niño que sabe compartir, ponerse en el lugar del otro, resolver conflictos con palabras, etc.).


En la introducción o contextualización de tu programación, es un lugar ideal para justificar por qué has dado un peso especial a la inteligencia emocional. Puedes escribir un párrafo explicando que, atendiendo a las necesidades detectadas en la sociedad actual (por ejemplo, gestión de la frustración, prevención del acoso escolar desde edades tempranas, mejora de la convivencia) y apoyándote en autores de renombre, consideras fundamental incorporar la educación emocional en tu aula. Menciona que la investigación ha demostrado numerosos beneficios de trabajar la inteligencia emocional desde Infantil: mejora la autonomía y responsabilidad de los niños, refuerza la empatía, la resolución de conflictos y sienta bases para un adecuado autoconcepto y autoestima . De hecho, trabajar las emociones desde pequeños “favorece el desarrollo de los niños, mejorando su forma de relacionarse con los demás, su bienestar personal y creando bases que les servirán a lo largo de los años”. Frases como esa (respaldadas por fuentes especializadas) en tu documento escrito le harán ver al tribunal que no actúas por ocurrencia, sino porque hay razones pedagógicas de peso.


Una estrategia interesante es proponer en tu programación un eje transversal o proyecto anual dedicado a las emociones. Por ejemplo, podrías plantear el “Proyecto Emocionario” a lo largo del curso: cada mes se trabaja una emoción diferente en profundidad (alegría en septiembre, miedo en octubre coincidiendo con Halloween, enfado en noviembre, etc.), integrándola en distintas actividades y rincones de aula. O quizá diseñar una unidad didáctica específica sobre las emociones (por ejemplo, una unidad titulada "El Monstruo de Colores" o "Viajando con mis emociones" de 2-3 semanas de duración) dentro de tu programación, en la que todas las experiencias giren en torno a identificar y expresar sentimientos. También es válido integrarlo de forma más distribuida: por ejemplo, en cada unidad didáctica general (sea "Los animales", "El otoño", "La familia", etc.), incluir una sesión o actividad dedicada a la educación emocional. Lo importante es que en la justificación de cada unidad destaques brevemente cómo atendemos al desarrollo emocional: “En esta unidad, a través del cuento X, el alumnado trabajará la identificación de la tristeza y aprenderá formas de consolar a un amigo”, por ilustrar un caso.


En resumen, tus objetivos didácticos y la planificación de unidades deben reflejar claramente la inclusión de metas emocionales. No temas ser específico: el tribunal agradecerá ver objetivos medibles, por ejemplo: "Que al finalizar el curso, el 90% del alumnado sea capaz de nombrar al menos 4 emociones básicas y describir situaciones en las que las sienten" (esto muestra incluso una meta cuantitativa evaluable). Tras definir objetivos, pasemos a la parte más creativa: las actividades y metodologías para lograrlos.


Metodologías y actividades para el desarrollo de la inteligencia emocional (3-6 años)


En Educación Infantil, las metodologías deben ser activas, lúdicas y vivenciales. Por suerte, la educación emocional encaja perfectamente con juegos, cuentos, asambleas y dinámicas participativas que son habituales en estas edades. Veamos algunas propuestas concretas de actividades adaptadas a niños de 3 a 6 años, que podrías incluir en tu programación didáctica para trabajar las distintas facetas de la inteligencia emocional:


  • La Asamblea de las Emociones: Aprovecha la asamblea o rutina de la mañana para que los niños expresen cómo se sienten al empezar el día. Puedes tener un panel con caritas o emoticonos (feliz, triste, enfadado, asustado, tranquilo, etc.) donde cada niño coloque su foto o su nombre en la emoción que mejor le representa ese día. Luego, unos cuantos voluntarios pueden explicar por qué se sienten así (“hoy estoy contento porque fui al parque”, “estoy cansado porque dormí poco”, “estoy triste porque echo de menos a mamá”…). Esta sencilla rutina diaria cumple varios objetivos: conciencia emocional (identifican su estado interno), expresión emocional (lo comunican verbalmente) y empatía (los demás escuchan y comprenden que todos tenemos emociones diversas). Además, a ti como docente te da información valiosa para atender al alumnado (sabrás quién necesita hoy más apoyo). Esta actividad se puede hacer todos los días en pocos minutos, creando un clima de confianza desde el inicio de la jornada.

  • Cuentos y marionetas emotivas: Los cuentos infantiles son aliados fantásticos para la educación emocional. Un ejemplo clásico es el cuento “El monstruo de colores” de Anna Llenas, muy popular en Infantil. En este cuento, un simpático monstruo descubre sus emociones identificándolas con colores: la alegría es amarilla, la tristeza azul, la rabia roja, el miedo negro, la calma verde... Es un recurso maravilloso para enseñar a los más pequeños a identificar emociones de forma gráfica. Tras contar la historia (podrías apoyarte de un teatrillo de marionetas o láminas del monstruo, que llamarán mucho la atención), se pueden hacer varias actividades: clasificar emociones por colores, dibujar cada niño su “monstruo” del color de cómo se siente, o jugar a adivinar emociones con tarjetas (tal como propone el cuento, creando situaciones y que ellos emparejen con el monstruo/emoción correspondiente). Otro juego derivado es el “Emociómetro”: en clase, tener un poster o “termómetro emocional” donde cada niño coloca un indicador en la altura que refleja cuán contento, triste o enfadado está ese día. Los cuentos sobre emociones abundan (desde clásicos como “Cuando estoy enfadado” de Trace Moroney hasta “El emocionómetro del Inspector Drilo” de Susanna Isern, etc.), así que puedes mencionar en tu programación una pequeña biblioteca emocional. Incluso podrías utilizar una marioneta o peluche que sea “la mascota emocional” de la clase, a la que los niños cuentan cómo se sienten (muchos maestros usan, por ejemplo, un osito o muñeco que “recoge” las emociones de los peques, creando un ambiente de escucha).

  • Juegos de reconocimiento emocional: Una actividad lúdica es el “Juego de las caras”. Consiste en mostrar a los niños imágenes o dibujos de caras con distintas expresiones (alegre, sorprendida, enfadada, asustada, etc.) – puedes usar fotografías de niños, ilustraciones, o incluso pictogramas sencillos – y preguntarles: "¿Cómo crees que se siente este personaje?". Se les puede dar opciones si lo necesitan: "¿Crees que está triste? ¿o está contento?". Este juego les ayuda a reconocer en otros las emociones básicas y a ampliar su vocabulario emocional. Variantes divertidas incluyen el “juego del espejo”, donde por parejas un niño hace una expresión (por ejemplo, se pone “cara de enfado” o “cara de miedo”) y el otro tiene que imitarla como un espejo y adivinar qué emoción es; o el “bingo de emociones”, preparando cartones con emojis en lugar de números, y usando tarjetas de emociones descritas para cantar bingo (gana quien complete caras de alegría, tristeza, etc., cuando se van nombrando o mostrando).

  • Dinámicas para la regulación emocional: Aquí buscamos que aprendan técnicas para manejar sus emociones intensas, especialmente la rabia o el miedo, de forma adecuada. Un recurso habitual es el rincón de la calma (o “rincón de pensar” no punitivo) en el aula: un espacio cómodo con cojines, botellas de la calma (frascos con purpurina que al agitarlos simulan una tormenta que luego se asienta), peluches anti-estrés, etc., adonde los niños pueden ir cuando se sienten desbordados para tranquilizarse . En tu programación puedes describir cómo implementas este rincón y enseñas a usarlo (por ejemplo, cuando alguien está muy alterado, el maestro le propone acompañarle un ratito al rincón de la calma para respirar y luego volver con los demás). Otra actividad ingeniosa es “Las gafas de payaso”, que enseña a enfrentar los miedos con humor. Consiste en invitar a los peques a imaginar (o fabricar manualmente) unas gafas mágicas de payaso: cuando se las ponen, todo aquello que les daba miedo se vuelve ridículo y divertido. Por ejemplo, si a alguien le asustan las arañas, con las gafas de payaso verá a la araña ¡patinando y cayéndose de culo!, si otro tiene miedo a la oscuridad, con las gafas ve que en la oscuridad bailan luciérnagas chistosas, etc. Tras guiarles por esa visualización cómica, se les anima a dibujar su miedo transformado en algo gracioso . Esta dinámica les ayuda a relativizar sus temores y a sentir que pueden controlarlos mejor a través de la risa – una estrategia básica de regulación emocional. Otras técnicas que podrías mencionar: el juego del globo (inflar un globo imaginario para “soplar” el enfado fuera de nosotros, tal como sugiere la técnica de respiración), el semáforo de las emociones (enseñarles que ante algo que los enfada: rojo = me paro, no reacciono pegando; amarillo = respiro y pienso qué puedo hacer; verde = elijo una acción tranquila, por ejemplo pedir ayuda al profe, o abrazar mi peluche para calmarme ). Estas metáforas visuales son muy efectivas a los 3-6 años.

  • Actividades para la autoestima y el autoconcepto: Un ejemplo precioso es “Hay un amigo en mí”, actividad que se centra en reconocer las cualidades positivas de cada niño y de sus compañeros . Se puede hacer una dinámica en círculo: un niño describe una cosa buena de alguien (“hay alguien que es muy ordenado porque siempre recoge todo”) sin decir el nombre, y todos los que se sientan identificados se ponen de pie . Luego otro niño menciona otra cualidad (por ejemplo, “alguien que comparte sus juguetes con los demás”) y así sucesivamente, de modo que todos terminen escuchando algo positivo sobre sí mismos y sobre otros. Esto refuerza la autoestima y además les hace practicar la gratitud y el reconocimiento hacia los compañeros (por ejemplo: “Juan es generoso”, “María es cariñosa con todos”). Al final se puede pedir que cada uno dibuje a su mejor amigo o a quien quiera destacar, mostrando en el dibujo qué cualidad valora de él/ella. Otra idea es el “álbum de los logros”: cada niño tiene un cuadernito o póster donde va pegando o dibujando cosas que ha conseguido (aprendió a abrocharse los zapatos, a contar hasta 10, hizo un dibujo bonito, ayudó a un amigo, etc.). Periódicamente se revisa para que ellos mismos vean sus progresos y se feliciten, construyendo un autoconcepto positivo.

  • Habilidades sociales y empatía: Para fomentar la empatía, nada mejor que actividades en las que tengan que ponerse en el lugar del otro. Un ejemplo: el juego de los mensajes desde el corazón, centrado en expresar agradecimiento y afecto. Cada niño hace un dibujo o tarjeta para otro compañero con un mensaje positivo (“Gracias por ser mi amigo y jugar conmigo”, “Me gusta cuando me ayudas a hacer el puzle”, etc.). Luego se reparten o se ponen en un buzón para leerlos en grupo. Esta actividad tan sencilla les enseña a valorar a los demás y expresar emociones prosociales (como la gratitud o el cariño). También se pueden dramatizar pequeñas situaciones cotidianas (con títeres o por turnos los niños actúan) y luego discutir “¿Cómo crees que se sintió X cuando le quitaron el juguete? ¿Qué podría hacer Y para que X esté mejor?” Así practican la resolución de conflictos de manera guiada. Todas estas dinámicas contribuyen a desarrollar la conciencia social, es decir, entender las emociones ajenas, y la gestión social, es decir, comportarse de forma adecuada en consecuencia (pedir perdón, dar apoyo, compartir, etc.).


Estas son solo algunas ideas, pero lo importante es que en tu programación didáctica detalles varias actividades concretas que evidencien cómo trabajas la inteligencia emocional. Procura cubrir las distintas áreas: una actividad de reconocimiento de emociones, otra de control de emociones, otra de empatía, etc., para mostrar que abordas el tema de forma integral. Puedes presentarlas en forma de tabla de actividades, describiendo brevemente cada una, o integrarlas en la descripción de tus unidades didácticas. Referéncialas a autores si corresponde (por ejemplo: “Actividad inspirada en el ‘álbum de emociones’ de Ribes y Bisquerra ” o “técnica del semáforo adaptada de métodos de disciplina positiva”). Eso añadirá valor y originalidad. Recuerda también que la metodología debe ser coherente: en Infantil se fomenta el aprendizaje activo, mediante el juego, la experimentación y en un ambiente afectivo positivo. Menciona que aplicarás metodologías globalizadas, rincones de actividad, trabajo por proyectos, aprendizaje cooperativo sencillo, etc., y que la educación emocional estará transversalmente presente en todas esas formas de trabajo.





Recursos y materiales para la educación emocional en Infantil


Un aspecto que no debes olvidar es describir los recursos didácticos y materiales que utilizarás para apoyar la inteligencia emocional en el aula. Aquí puedes lucirte mencionando materiales creativos y acordes a la etapa 3-6 años. Algunos recursos de calidad que podrías incluir:

  • Cuentos y libros: Ya citamos “El monstruo de colores” (un must en educación emocional), pero hay muchos más. Incluye en tu programación una pequeña lista de cuentos clave sobre emociones (por ejemplo: “Cuando tengo un problema” de Mindy Everest para trabajar frustración, “Vaya rabieta” de Mireille D’Allancé para el enfado, “¿Por qué estoy triste?” de Tracey Moroney, etc.). Estos cuentos sirven como disparador de conversaciones y actividades. Incluso puedes aprovechar cuentos clásicos y releerlos desde una mirada emocional (por ejemplo, Caperucita Roja para hablar del miedo, Blancanieves para hablar de los celos de la madrastra, etc.).

  • Material audiovisual: En la era digital, es válido mencionar el uso de algún vídeo o canción. Hay canciones infantiles sobre emociones (como “Si estás contento, aplaude así” que versa sobre expresar alegría, o “Así me siento yo” de Cantajuego). También cortos animados (Pixar tiene uno famoso titulado “Purl” o el corto “Inside Out: ¡La primera cita de Riley?” derivado de Del Revés, que muestran emociones). Usados con moderación, estos recursos pueden enriquecer la experiencia y captar la atención.

  • Juegos de cartas o tableros emocionales: Existen juegos comerciales como el “Emocionario” (un diccionario de emociones ilustrado), cartas de Memory de emociones (donde deben emparejar dos caras con la misma expresión), o tableros estilo oca de las emociones (cada casilla te pide contar una vez que te sentiste de tal forma, etc.). Si no se dispone de ellos, muchos se pueden fabricar de manera artesanal con la clase. Menciona que usarás tarjetas con pictogramas (incluso obtenidas de ARASAAC, el banco de pictogramas gratuitos muy usado en educación especial, que tiene emociones dibujadas) para diferentes actividades.

  • El rincón de la calma o de las emociones: Ya descrito en la sección anterior como metodología, es también un recurso físico. Puedes listar qué elementos contendrá tu rincón: cojines, peluches anti-estrés (como una pelota blandita para apretar), una botellita transparente con agua y purpurina (que agitamos al estar nerviosos y vemos cómo poco a poco se asienta la purpurina igual que nuestras emociones se calman), láminas con dibujos de respiraciones (soplar una flor, inflar un globo imaginario), un espejo para que el niño se mire y aprenda a reconocer su cara cuando está enfadado o tranquilo… Esos detalles muestran que has pensado prácticamente cómo montarás el aula.

  • “El bote de las emociones”: Un material sencillo es tener un frasco o caja decorada donde los niños, de forma anónima o con tu ayuda, puedan introducir papeles diciendo cómo se sienten o relatando algún conflicto ocurrido (por ejemplo, “Hoy me sentí triste porque nadie quiso jugar conmigo”). Cada cierto tiempo (ej. semanalmente) se abre el bote y se conversan esas situaciones (manteniendo anonimato si se prefiere). Esto promueve la expresión emocional y te da pie a trabajar la resolución de pequeños problemas de convivencia.

  • Disfraces y teatrillo: Para dramatizar emociones, nada como contar con algunas máscaras, caretas o disfraces simples (una capa roja para la “rabia”, un gorro azul para la “tristeza” – incluso inspirado en El monstruo de colores que asigna colores a emociones). Podrías escribir que en tu rincón simbólico incluirás estos elementos para que los niños jueguen a representar estados emocionales.

  • Recursos para familias: Un detalle que podría sumar puntos es mencionar que compartirás con las familias información o recursos para reforzar la educación emocional en casa. Por ejemplo, talleres de escuela de padres sobre gestión de pataletas, enviar hojas con recomendaciones de cuentos para leer en familia, o usar un diario emocional que viaje entre casa y cole (donde la familia anota cómo vieron al niño emocionalmente en la semana). Esto evidencia que tienes una visión completa, integrando a los padres/madres en el proceso (lo cual es fundamental en Infantil y está contemplado en la normativa, art. 14 LOE sobre colaboración con las familias).


Al detallar los recursos en tu programación, intenta aportar alguna fuente de calidad o referencia que los respalde. Por ejemplo, podrías citar materiales oficiales o de expertos: hay guías del Ministerio de Educación o de fundaciones que proponen actividades de educación emocional; también programas como Aulas Felices (centrado en psicología positiva) o materiales de GROP (el Grupo de Orientación Psicopedagógica de Bisquerra) con actividades estructuradas por edades. Incluir un par de referencias (en formato web o bibliografía) demostrará que te has documentado. Recuerda, calidad antes que cantidad: es preferible mencionar 4 o 5 recursos bien elegidos y explicar su uso, que listar 15 cosas sin aclarar cómo las implementas.




Evaluación de la inteligencia emocional en el aula infantil


La evaluación en Infantil tiene sus particularidades: es continua, global, formativa y básicamente cualitativa (observación sistemática, registros anecdóticos, etc.), ya que no vamos a poner exámenes escritos a niños de 3-6 años. Entonces, ¿cómo evaluamos si nuestros alumnos están desarrollando inteligencia emocional? Este punto es crucial explicarlo, tanto en la programación escrita como eventualmente en la defensa oral, porque demuestra que no solo “haces actividades bonitas”, sino que compruebas resultados de aprendizaje.


Algunas estrategias de evaluación de la educación emocional en Infantil son:


  • Observación diaria y anecdotarios: Como docente, observarás conductas de los niños en situaciones espontáneas (cómo reaccionan ante un conflicto, si expresan sus emociones con palabras, si consuelan a un compañero, etc.). Es útil llevar un pequeño registro anecdótico o diario del aula donde anotes comportamientos relevantes relacionados con emociones. Por ejemplo: "Javi (4 años) el 10 de marzo logró calmarse solo en el rincón de la calma tras enfadarse porque perdió en un juego" o "María (5 años) identificó que su amiga estaba triste y le ofreció su juguete para animarla". Estas evidencias cualitativas luego las usas para valorar el progreso individual.

  • Listas de control o rúbricas: Puedes elaborar una rúbrica sencilla con indicadores emocionales. Por ejemplo, criterios como "Identifica al menos 3 emociones básicas en sí mismo", "Reconoce en otros niños emociones básicas por sus expresiones", "Usa alguna estrategia de autocontrol (pedir ayuda, respirar) cuando está alterado con ayuda del profesor / de forma autónoma", "Resuelve conflictos simples dialogando (con ayuda / de forma autónoma)", "Muestra actitudes empáticas (p.e., consuela, comparte, pide perdón)". A cada indicador le asignas niveles (Inicio, Proceso, Logro). Esta rúbrica se aplica al final de cada trimestre para ver evolución, o al final de la unidad específica de emociones. Explicar en tu programación que evaluarás con “observación guiada mediante una escala de estimación de competencias emocionales” suena muy profesional y acorde a Infantil.

  • Portafolio emocional del alumno: Una idea innovadora es crear un pequeño portafolio o carpeta individual donde se recopilen los “trabajos” que el niño haya hecho en actividades emocionales. Por ejemplo, dibujos de cómo se siente en diferentes situaciones, la ficha del “monstruo de colores” que coloreó, su aportación al “libro de la calma” de la clase, etc. Revisando ese portafolio, junto con la familia y el propio niño, se puede evaluar de forma participativa. En Infantil la evaluación también implica autoevaluación y coevaluación muy básica: los niños pequeños pueden participar diciendo qué les cuesta (ej: “me da vergüenza hablar en la asamblea”) o qué les gusta (“me siento bien cuando ayudo a…”). Obviamente lo harán con lenguaje sencillo, pero es parte de enseñarles a ser conscientes de su progreso.

  • Evaluación inicial y final en emocional: Al inicio del curso (septiembre) podrías pasar una evaluación diagnóstica informal: actividades de observación para ver desde qué punto parten (¿saben nombrar emociones? ¿responden con mucha rabieta o manejan la espera? etc.). Y al final del curso, haces otra observación estructurada similar. Si en la memoria o autoevaluación de la programación (que a veces se incluye) mencionas los resultados, puedes decir: "Al finalizar el curso X, el 90% del alumnado logró identificar las emociones básicas y el 80% mostró mejoras en autorregulación según los registros, lo que evidencia la eficacia de las actividades propuestas". Aunque seas tú mismo quien se evalúa, mostrar esta “metaevaluación” denota una actitud reflexiva y orientada a la mejora continua.


Cabe destacar que la LOMLOE pone énfasis en una evaluación formativa y en el bienestar emocional del alumno incluso al evaluar. En Infantil no hay calificaciones numéricas; sin embargo, se debe informar a las familias de cómo progresa el niño. Puedes comentar que incluirás en los boletines cualitativos o informes un apartado sobre desarrollo emocional, para dar retroalimentación a los padres (por ejemplo: "[Nombre] identifica bien cuándo está contento o triste y lo expresa; estamos trabajando en que controle sus enfados mediante técnicas de respiración en las que ha mostrado avance.").


Por último, al evaluar la eficacia de tu propia programación en esta materia, podrías recoger también la percepción del propio niño (“¿Te gusta el rincón de la calma?” “¿Crees que te ayuda cuando estás enfadado?” – adaptado a su lenguaje) y de las familias (quizá a través de una breve encuesta al final del curso preguntando si han notado cambios en la gestión emocional del niño en casa). Todo esto demuestra una implementación completa del ciclo didáctico: programamos, actuamos e incluso valoramos resultados para retroalimentar la enseñanza.

En definitiva, haz ver al tribunal que tienes indicadores concretos para saber si tus actividades de inteligencia emocional funcionan. La evaluación en Infantil puede parecer menos tangible, pero tú puedes mostrarla de forma tangible con las herramientas mencionadas. Esto dará mucha credibilidad a tu programación.


Defensa oral: cómo argumentar la educación emocional ante el tribunal


Has plasmado en el documento todas estas ideas maravillosas, pero ahora llega el momento clave: la defensa oral de tu programación didáctica. ¿Cómo transmites al tribunal tu apuesta por la inteligencia emocional de forma convincente, profesional y apasionada? Aquí van algunas claves y consejos para que tu exposición destaque:


1. Comienza con fuerza, conecta con la emoción: En los primeros minutos de tu defensa, es vital captar la atención del tribunal. Puedes empezar con una breve anécdota o pregunta retórica relacionada con las emociones: por ejemplo, "Imaginemos por un momento a un niño de 4 años enfrentándose a su primer día de clase, asustado y lloroso. ¿Cómo le ayudamos a gestionar ese miedo?". O incluso mostrar (si está permitido usar material de apoyo) una lámina de caritas emotivas diciendo "Esta es quizás una de las herramientas más poderosas en mi clase: con estas simples caritas enseñamos a nuestros peques algo tan esencial como reconocer cómo se sienten". Un inicio así demuestra empatía y que entiendes las necesidades reales del aula.

2. Destaca el respaldo teórico-normativo sin ser monótono: El tribunal espera oír fundamentos. Puedes mencionar muy brevemente (recuerda que la defensa oral tiene tiempo limitado, suele ser unos 20-30 minutos) a los autores clave: "He integrado la educación emocional inspirándome en autores como Goleman – quien definió la IE en términos de autoconocimiento, autocontrol, empatía... – y en pedagogos como Rafael Bisquerra, pionero en España en programas de educación emocional . Además, mi programación responde al currículo LOMLOE, que en Infantil enfatiza el desarrollo afectivo y la gestión emocional del alumnado .". Estas frases con referencia a la ley y teoría darán solidez. Eso sí, evita un tono demasiado teórico; la clave es relacionar teoría con tu práctica. Por ejemplo: "Como propugna la LOMLOE, busco que el aprendizaje en Infantil sea significativo y emocionalmente positivo; por eso, verán que propongo experiencias de juego donde los niños se sienten seguros para expresar emociones".

3. Muestra ejemplos concretos con entusiasmo: Cuando expliques tu metodología o alguna unidad didáctica, detalla alguna de las actividades estrella que planificaste. Utiliza un lenguaje cercano y visual, casi como si estuvieras contando cómo reaccionan los niños. “En la unidad ‘Las emociones de los colores’, implemento un rincón de la calma con cojines y botes de la calma. Les puedo asegurar que funciona: cuando un niño se frustra porque no le sale un dibujo, ahora va voluntariamente al rincón, agita su botellita de purpurina y observa cómo baja la purpurina… es mágico ver cómo comprende que igual que la purpurina se asienta, su respiración se calma. Este tipo de relato transmite que sabes llevar la teoría a la práctica. Incluso podrías invitar al tribunal a participar simbólicamente: "Les traigo aquí un ejemplo de las tarjetas de emociones que uso: ¿alguien se anima a decirme qué emoción ve en esta imagen?". Aunque no quieran jugar, seguro captarás su atención con algo tangible.

4. Argumenta los beneficios y resultados: Prepárate para justificar por qué dedicar tiempo a la inteligencia emocional no resta tiempo a los contenidos académicos, sino que los potencia. Puedes decir: "Un niño emocionalmente equilibrado y motivado aprende mejor. Según diversos estudios, trabajar la inteligencia emocional mejora la autonomía, la autoestima y reduce conductas disruptivas, lo que crea un clima óptimo para todos los aprendizajes . Por ello, lejos de quitar tiempo, invertir 10 minutos en la asamblea emocional cada día me ahorra tiempo luego resolviendo conflictos o manteniendo la atención del grupo". Este razonamiento suele convencer, ya que muestra que tienes claro el valor añadido de la educación emocional. Menciona también la palabra de moda: “competencias”. Ejemplo: "Estoy preparando a mis alumnos para la vida, dotándoles de competencias para gestionar sus emociones, algo que será clave en Primaria y más adelante. Les doy herramientas que les servirán dentro y fuera del aula". El tribunal, que son docentes con experiencia, sabrá apreciar este enfoque formativo integral.

5. Sé el experto de tu programación, personalízala: Debes transmitir seguridad en que dominas tu programación al detalle. Si te preguntan "¿Qué harías si un niño no quiere participar en la actividad emocional?" o "¿Cómo actuarías si un niño muestra una rabieta muy intensa?", contesta con naturalidad apoyándote en lo que has descrito en tu programación (por ejemplo: "Intentaría aplicar la técnica de la tortuga, que es otra estrategia de autorregulación: le enseñaríamos a 'meterse en su caparazón' simbólico para relajarse..." o "Hablaría con la familia para seguir un plan común de refuerzo positivo y calma"). También personaliza: puedes mencionar que has elegido esas actividades porque “me definen como docente” o “porque las he probado en mis prácticas y vi resultados”. Esa pasión personal marca la diferencia. Al fin y al cabo, el tribunal no solo evalúa contenidos, sino la vocación y originalidad del opositor.

6. Comunicación y creatividad: En la defensa, tu tono y recursos comunicativos importan. Usa un lenguaje claro, entusiasta y cercano (sin muletillas ni excesiva lectura). La creatividad que apliques en la exposición en sí misma puede sumar puntos: por ejemplo, llevar un pequeño póster con los monstruos de colores hechos por ti, o repartir a los miembros del tribunal un emoticono impreso invitándoles a que valoren tu exposición con esa emoción (es arriesgado pero memorable). Hay opositores que han comenzado su defensa con una breve dinámica participativa con el tribunal – si te sientes cómodo y el tiempo lo permite, puede ser audaz. Quizá un simple "les voy a pedir que cierren los ojos 5 segundos e imaginen su lugar feliz..." para demostrar una técnica de relajación que haces con niños. Eso sí, siempre con respeto y midiendo el ambiente.

7. Prevé preguntas difíciles: Si el tribunal te cuestiona "¿Y qué pasa con los contenidos cognitivos? ¿No crees que centrarte en emociones puede trivializar la enseñanza?", defiende tu posición con evidencias: "En absoluto, de hecho la LOMLOE concibe los aprendizajes de forma integrada. Mis alumnos en la actividad de las emociones también están desarrollando lenguaje (al expresarse), están aprendiendo sobre ciencias (al entender por qué se sienten de tal manera en X situación), etc. Y sobre todo, están aprendiendo a estar disponibles para el aprendizaje. Un niño ansioso o frustrado no va a absorber contenidos; uno emocionalmente atendido sí." También pueden preguntar "¿Cómo evalúas algo tan subjetivo?". Ya llevas la respuesta preparada con tu rúbrica cualitativa, menciona los indicadores observables (eso les gustará porque ve que lo has objetivado). En definitiva, mantente firme: sabes por qué lo haces, sabes cómo lo haces y sabes que da resultados. Esa convicción transmitida es medio camino ganado.


Integrar la inteligencia emocional en tu programación didáctica de Educación Infantil puede ser el factor diferencial que convierta tu programación en una propuesta innovadora, coherente y humana. A lo largo de este artículo hemos visto que la educación emocional no es una moda pasajera, sino una necesidad respaldada por la teoría (Salovey, Mayer, Goleman, Bisquerra y muchos otros), por la normativa vigente (LOMLOE y currículos que subrayan el desarrollo afectivo) y por la práctica educativa de calidad. Hemos explorado cómo plasmar esta integración paso a paso: desde fijar objetivos claros de competencia emocional, hasta diseñar actividades lúdicas – como cuentos, juegos de roles, rincones de calma – que enseñen a los más pequeños a reconocer, expresar y manejar sus emociones. También subrayamos la importancia de elegir materiales adecuados (cuentos, tarjetas, recursos sensoriales) y de establecer métodos de evaluación formativa para evidenciar el progreso socioemocional de tu alumnado.

Recuerda que, como opositor, tu meta es convencer al tribunal de que tu programación no es solo un documento, sino un plan vivo que responde a las necesidades reales de los niños de 3-6 años. Incluyendo la inteligencia emocional estarás atendiendo su desarrollo integral, fomentando su bienestar en el aula y preparándolos mejor para el futuro. En la defensa oral, transmite con pasión tu compromiso por educar el corazón además de la mente: eso mostrará tu vocación docente y tu sensibilidad, cualidades que sin duda un tribunal valorará enormemente.


En conclusión, la inteligencia emocional en la programación didáctica de Infantil no es un añadido, es ya un componente esencial para una educación de calidad en el siglo XXI. Integrarla te permitirá destacar como un docente moderno, empático y competente, capaz de formar niños más felices, seguros y empáticos. ¡Manos a la obra! Aplica estas ideas, ensaya tu defensa con confianza y ve a por tu plaza convencido de que estás ofreciendo a tus futuros alumnos lo mejor. Al fin y al cabo, como suele decirse, “educar la mente sin educar el corazón no es educar en absoluto”. ¡Mucho ánimo en tu preparación!



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